Acercamiento histórico

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L

a antigua Tvriaso, según narra la leyenda y el escudo de la ciudad, fue edificada por Tubalcaín y reedificada por Hércules. Contó con pobladores celtíberos, que la llamaron Triasu o Driasu; romanos, conociéndola como municipium Tvriaso; visigodos, musulmanes y judíos, como Tirasone; y cristianos, designándola Tirasona y, por fin, Tarazona.

Aunque actualmente no se conoce en profundidad el urbanismo romano turiasonense, parece que a finales del siglo I a. C. el área urbana se ubicaba en la margen izquierda del río Queiles. Sin embargo, la ciudad también se extendió por la orilla derecha del Queiles tal y como lo atestiguan los hallazgos arqueológicos localizados en el Palacio de Eguarás y la Catedral, entre otras localizaciones. Esta prolongación podría relacionarse con el trazado de la vía que iba de Caesaragusta (Zaragoza) hacia Asturica Augusta (Astorga).

Unas excavaciones arqueológicas efectuadas en el patio del colegio Joaquín Costa en 1980 situado en la avenida de Navarra nº 21, muy próximo al río, sacaron a la luz los vestigios de un balneario sagrado con culto a las aguas, dedicado en origen a Silbis, después a Salus, y finalmente a Minerva Médica. En el interior de la piscina cruciforme encontrada se halló el exvoto de la cabeza de Augusto tallado en una piedra semipreciosa que rememora la curación del emperador en el balneario turiasonense de una grave afección hepática que padeció cuando regresaba a Tarraco de las guerras cántabras en el año 26 a. C. En dicha piscina también apareció una cabeza de Minerva Médica, un arca de hierro y varias ofrendas (terracotas, monedas, lucernas…); todos estos materiales se conservan y se pueden contemplar en la sala dedicada al municipium Tvriaso del Museo de Bellas Artes de Zaragoza. Otras piezas interesantes localizadas en la ciudad, entre las que podemos destacar un mosaico romano y un sarcófago de mármol, ambos del siglo III, y una pequeña cabeza de fauno en piedra del siglo I.

A partir del siglo III la ciudad fue abandonada progresivamente debido a la inestabilidad política del Imperio Romano atacado por los bárbaros y los bagaudas. Estos últimos aparecen documentados en Tarazona en el año 449, momento en el que el obispo León fue asesinado.

Sobre la presencia de los visigodos en Tarazona se conocen pocos datos. Durante la invasión goda sabemos que San Prudencio y San Gaudioso, protectores de la diócesis desde época medieval, ocuparon la silla episcopal turiasonense y que en tiempos del rey Recaredo (586-601) se acuñó moneda en la ciudad.

En el año 713 Tarazona cayó ante los ejércitos musulmanes. El urbanismo turiasonense se adapta a las características islámicas, los habitantes se convierten al islam, se crean baños públicos y cementerios, y se levanta la Zuda, palacio o fortaleza que sirvió como sede de los gobernantes militares consistente en una superficie rectangular excavada en una roca sedimentaria de gran altura sobre la terraza del Queiles que formaría parte de un recinto amurallado mayor, ubicada en el barrio del Cinto.

La reconquista de la ciudad por Alfonso I el Batallador en 1119 conllevó cambios políticos y sociales importantes. Con los nuevos gobernantes llegaron nuevos repobladores cristianos. Frente a ellos, judíos y musulmanes conformaban sus propias comunidades o aljamas delimitadas perfectamente entre sí con sus órganos de gobierno independientes.

La Tarazona medieval tenía su núcleo en el promontorio que se alza en la margen izquierda del Queiles. La ciudad debía estar rodeada por un muro exterior del que no se conserva ningún vestigio. Dentro de él, los distintos barrios turiasonenses contaban con sus respectivos recintos defensivos. Los musulmanes se asentaron bajo los muros del Cinto, desde la Zuda hasta la acequia de Selcos. Tras la conversión forzosa de 1526, la morería pasó a formar parte de la parroquia de la Seo y la calle principal se denominó de San Juan. El número de mudéjares turiasonenses no era muy elevado pues la mayoría vivía en localidades próximas a la ciudad (Torrellas, Grisel, Santa Cruz…). Por el contrario, la comunidad judía de Tarazona era bastante numerosa y ocupaba un amplio sector ubicado en la zona baja de la Zuda. La judería estaba rodeada por un muro con varias puertas y se dividía en Judería Vieja  y Judería Nueva.

Durante el enfrentamiento entre Aragón y Castilla en la llamada Guerra de los Dos Pedros (1356-1369), Tarazona padeció dos ocupaciones de las tropas de Pedro I el Cruel de Castilla que conllevó gravísimas consecuencias para su tejido urbano y su patrimonio artístico y documental. En la contienda destacó el obispo Pedro Pérez Calvillo († 1391), nombrado capitán de la ciudad por Pedro IV el Ceremonioso. Este prelado estuvo al frente de las tareas de reconstrucción de Tarazona tras la guerra. Además, fue él quien compró, restauró y donó a la mitra la antigua Zuda para transformarla en Palacio Episcopal. Su hermano Fernando († 1404), que llegó a ser cardenal, trabajó durante cinco lustros al lado de Benedicto XIII, el papa Luna.

El siglo XVI fue una etapa de notable prosperidad material lograda gracias a un crecimiento económico sostenido. Esta situación favorable quedó plasmada en el ambiente cultural y artístico de la ciudad, a la vez que se comienza la renovación y ampliación de su urbanismo en zonas como la calle Tudela o la plaza de la Seo donde los personajes más adinerados del momento establecen sus viviendas. Éste es el caso de la familia Eguarás cuyo palacio es, junto con la Lonja de la ciudad –actual Ayuntamiento–, uno de los ejemplos de construcción civil más emblemáticos de Tarazona. El Quinientos también fue un momento de esplendor para la arquitectura y el arte religiosos: se levantaron el claustro, el cimborrio y la torre de la catedral, se reconstruyó el convento de San Francisco y la iglesia de San Miguel, se renovó el Palacio Episcopal, así como varias capillas del templo de la Magdalena, y se fundó el convento de la Concepción.

Los siglos del Barroco conllevaron el asentamiento de varias órdenes religiosas en la ciudad. A las concepcionistas y franciscanos se unieron los jesuitas (1591), los capuchinos (1599), las carmelitas descalzas (1601 y 1632), y los carmelitas descalzos (1680), a la vez que los mercedarios, instalados en Tarazona desde 1300, renovaron su iglesia (1629) y su convento (1717). Los patrones de la ciudad, San Atilano y Nuestra Señora del Río, contaron con sus propias ermitas a partir de 1672 y 1769, respectivamente.

A lo largo de los siglos, las actividades comerciales e industriales de la comarca se centraron en Tarazona. Aquí se encontraban un alto número de oficios y artesanos e incluso instalaciones fabriles de carácter textil dedicadas a la transformación del cáñamo, el lino y la lana. En el siglo XIX se comenzaron a implantar las primeras industrias en la ciudad como la fábrica de Hilados y Tejidos (1890); la harinera El Cubo (1870); Electa Turiaso (1895) de producción eléctrica; la Fosforera El Carmen, en activo desde mediados de la centuria; la de curtidos de Julio Montes Borrel, en funcionamiento desde principios de siglo; o la Alcoholera Bruned de 1921, entre otras muchas. En 1885 la Compañía del Norte inició su servicio ferroviario que unía Tarazona con Tudela, línea actualmente desaparecida, aunque todavía se conserva el edificio de la estación, inaugurado en julio de 1952, y el intercambiador.

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